A fines... de 1969 —narra Pelé en su autobiografía—, toda la atención se centró en que yo estaba a punto de anotar el gol número mil, una hazaña que nunca se había logrado antes.... En cada encuentro del Santos había hordas de periodistas.... »El peso de las expectativas era agobiante.... ¡No podía esperar para marcar ese... gol!... »El partido... fue... en el Maracaná.... En el estadio más grande del mundo no cabía un alfiler. Era un 19 de noviembre, que es el Día Nacional de la Bandera del Brasil. Los equipos salieron al estadio con la bandera entre ellos, había una banda militar en el campo y hubo una suelta de globos. Era un buen día para las celebraciones. »La mayoría de los seguidores presentes en el Maracaná querían ver el gol, pero los jugadores del Vasco [da Gama] estaban determinados a frustrar esos planes. Se burlaban de mí, me tocaban la cabeza y decían: “Hoy no, Crioulo!” Hicieron todo lo que pudieron para que yo no marcara. El portero del Vasco, un argentino de apellido Andrada, estaba en perfecto estado físico. En un momento, vino hacia mí un centro en una posición perfecta para cabecear el balón. Parecía que ya estaba dentro cuando Renê, un jugador del Vasco, llegó allí primero y cabeceó el balón contra su propia red. Daba la impresión de que preferían hacer cualquier cosa antes que dejarme tener el lujo de anotar. »Algo tenía que suceder. Y sucedió. Me tropecé mientras corría hacia el área, y el árbitro me concedió un penalti. A pesar de las protestas del Vasco, la decisión siguió firme. Y este penalti lo iba a tirar yo. »Por primera vez en toda mi carrera, me sentía nervioso. Nunca antes había experimentado una responsabilidad como ésa. Estaba temblando. Dependía solamente de mí. Mis compañeros me habían dejado solo y se quedaron en la línea central del campo de juego. »Corrí hacia el balón, casi a cámara lenta... y chuté. »¡Goooooooool! »Corrí hacia la red de la portería, tomé el balón y lo besé. El estadio entró en erupción: se escuchaban petardos y ovaciones. De pronto me encontré rodeado por un enorme grupo de periodistas. Me acercaron sus micrófonos, y dediqué el gol a los niños de Brasil.... Luego lloré, me subieron a los hombros de alguien, y sostuve el balón en alto. El juego se detuvo por veinte minutos mientras daba una vuelta al campo.»1 ¡Momento histórico aquel que nos permite revivir el rey del fútbol! Y eso que lo relata con candor y modestia, a diferencia de otra versión que no dice que tropezó y cayó dentro del área sino que fue derribado.2 Así Pelé inspira confianza en la veracidad del resto de sus memorias, quizás inspirado a su vez por la franqueza y la transparencia con que Dios el Espíritu Santo presenta en la Biblia a los héroes de la historia sagrada: como hombres y mujeres de carne y hueso, propensos a errar el blanco de vez en cuando, así como nosotros. Determinemos que, en lo que nos queda por vivir, aprenderemos del ejemplo no sólo de los héroes de la historia sagrada como Moisés, Sansón y David, que, al igual que Pelé, fueron estrellas, sino también de los demás personajes bíblicos que por lo regular no eran el centro de atención. | ||||
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