- En la inspiración verbal de la Biblia.
- En un Dios que existe eternamente en tres personas, a saber: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
- Que Jesucristo es el unigénito del Padre, concebido del Espíritu Santo y nacido de la virgen María. Que fue crucificado, sepultado y resucitó de entre los muertos. Que ascendió al cielo y está hoy a la diestra del Padre como nuestro Intercesor.
- Que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios; y que el arrepentimiento es ordenado por Dios para todos y necesario para el perdón de los pecados.
- Que la justificación, la regeneración y el nuevo nacimiento se efectúa por fe en la sangre de Jesucristo.
- En la santificación, subsecuente el nuevo nacimiento, por fe en la sangre de Jesucristo, por medio de la Palabra, y por el Espíritu Santo.
- Que la santidad es la norma de vida, de Dios, para su pueblo.
- En el bautismo con el Espíritu Santo, subsecuente a la limpieza del corazón.
- En hablar en otras lenguas, como el Espíritu dirija a la persona, lo cual es la evidencia inicial del bautismo en el Espíritu Santo.
- En el bautismo en agua por inmersión, y que todos los que se arrepienten deben ser bautizados en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
- Que la sanidad divina es provista para todos en la expiación.
- En la cena de Señor.
- En la premilenial segunda venida de Jesús. Primero, para resucitar a los justos muertos y arrebatar a los santos vivos hacia El en el aire. Segundo, para reinar en la tierra mil años.
- En la resurrección corporal; vida eterna para los justos y castigo eterno para los inicuos.
Princípios Prácticos
1. Ejemplo espiritual
Demostraremos nuestro compromiso con Cristo poniendo en
práctica las disciplinas espirituales, demostraremos nuestra dedicación al
cuerpo de Cristo siendo leales a Dios y a su iglesia; y demostraremos nuestra
dedicación a la obra de Cristo siendo buenos administradores.
1.a. La práctica de las disciplinas espirituales
Las disciplinas espirituales implican prácticas como la
oración, la alabanza, la adoración, la confesión, el ayuno, la meditación y el
estudio. A través de la oración expresarnos nuestra confianza en Jehová Dios,
el dador de todas las cosas buenas, y reconocemos nuestra dependencia en El
para suplir nuestras necesidades y las de otros (Mateo 6:5-15; Lucas 11:1-13;
Santiago 5:13-18). A través de la adoración, tanto pública como privada,
alabamos a Dios, tenemos comunión con Él y recibimos diariamente enriquecimiento
espiritual y crecimiento en la gracia. A través del ayuno podemos acercarnos a
Dios, meditar en la pasión de Jesucristo y disciplinamos para vivir bajo el
control del Espíritu Santo en todos los aspectos de nuestra vida (Mateo
6:16-18; 9:14-17; Hechos 14:23). Por medio de la confesión de nuestros pecados
a Dios tenemos asegurado el perdón divino (1 Juan 1:9-2:2). El compartir
nuestra confesión con otros creyentes da la oportunidad de pedir la oración y
ayudamos mutuamente a llevar nuestras cargas (Gálatas 6:2; Santiago 5:16). Por
medio de la meditación y el estudio de la Palabra de Dios fortalecemos nuestro
crecimiento espiritual y nos preparamos para guiar e instruir a otros en las
verdades bíblicas (Josué 1:8; Salmo 1:2; 2 Timoteo 2:15, 23-26).
1.b. Lealtad a Dios y dedicación a la iglesia
La vida del discipulado cristiano implica el cumplimiento de
nuestros deberes hacia el cuerpo de Cristo. Debemos reunimos constantemente con
otros miembros de la iglesia con el propósito de magnificar y alabar a Dios y
escuchar su Palabra (Mateo 18:20; Juan 4:23; Hechos 2:42, 46, 47; 12:24;
Hebreos 10:25). El domingo es el día cristiano de adoración. Como día del
Señor, el domingo conmemora la resurrección de Cristo de entre los muertos
(Mateo 28: 1) y debe utilizarse primordialmente para la adoración, la
confraternidad, el servicio cristiano, la enseñanza, la evangelización y la
proclamación de la Palabra (Hechos 20:7; Romanos 14:5, 6; 1 Corintios 16:2,
Colosenses 2:16, 17). Debemos proveer para las necesidades financieras de la
iglesia a través de nuestros diezmos (Malaquías 3:10; Mateo 23:23) y ofrendas
(1 Corintios 16:2; 2 Corintios 8:1-24; 9:1-15). Es nuestro deber respetar y
sometemos a aquellos que el Señor ha puesto sobre nosotros en la iglesia (1 Tesalonicenses
5:12, 13; Hebreos 13:7, 17). Cuando ejerzamos autoridad lo haremos como
ejemplos espirituales; no como dueños ni señores del rebaño de Cristo (Mateo
20:25-28; 1 Pedro 5:1-3). Por otra parte, nuestra sumisión debe ser una
manifestación de la gracia espiritual de la humildad (Efesios 5:21; 1 Pedro
5:5, 6). Finalmente, debemos evitar la afiliación a sociedades que requieren o
practican juramentos. Tales sociedades pueden parecer espirituales pero, en
realidad, al requerir un juramento y ser secretas, contradicen la
espiritualidad cristiana (Juan 18:20; 2 Corintios 6:14-18). Los cristianos no
deben pertenecer a ningún cuerpo o sociedad que requiera o practique una
lealtad que esté por encima o excluya su comunión con otros en Cristo (Juan
17:21-23; Mateo 12:47-49).
1.c. Buena mayordomía cristiana
Las virtudes del ahorro y la sencillez son honrosas,
mientras que el despilfarro y la ostentación son solemnemente prohibidas en las
Escrituras (Isaías 55:2; Mateo 6:19-23). El vivir una vida piadosa y sobria requiere
el uso sabio y frugal de nuestras bendiciones temporales, incluyendo el tiempo,
talento y dinero. Como buenos administradores debemos sacar el máximo provecho
de nuestro tiempo, tanto para esparcimiento como para trabajar (Efesios 5:16;
Colosenses 4:5). El mal uso del tiempo libre degrada (1 Timoteo 5:13; 2
Tesalonicenses 3:6-13); pero cuando el tiempo se utiliza en forma
constructiva, experimentamos renovación interna. Todo nuestro trabajo y
diversión deben honrar el nombre de Dios (1 Corintios 10: 3 l). Como buenos
mayordomos debemos utilizar bien nuestros dones espirituales (Romanos 12:3-8; 1
Corintios 12:1-11, 27-3 1; Efesios 4:11-16; 1 Pedro 4:9-1 l), así como nuestros
talentos naturales (Mateo 25:14-30) para la gloria de Dios. Como buenos mayordomos
debemos reconocer que el uso sabio del dinero es parte esencial de la economía
de la vida del cristiano. Dios nos ha encomendado bendiciones temporales para
que cuidemos de ellas (Mateo 7: 11; Santiago 1: 17).
2 Pureza moral
Participaremos de toda actividad que glorifique a Dios en
nuestro cuerpo y evitaremos la satisfacción de los deseos de la carne.
Leeremos, miraremos y escucharemos todo lo que sea de beneficio para nuestra
vida espiritual.
2.a. Debemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo.
Nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, por lo cual
debemos usarlo para la gloria de Dios (Romanos 12:1, 2; 1 Corintios 6:19, 20;
10:31). Debemos andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne
(Gálatas 5:16). U Escritura contiene varios pasajes con ejemplos de una
conducta camal que no glorifica a Dios (Romanos 1:24; 1 Corintios 6:9, 10;
Gálatas 5:19, 21; Apocalipsis 21:8). Las prácticas pecaminosas más prominentes
que aparecen en estos pasajes incluyen: la homosexualidad, el adulterio, actitudes
mundanas (como el odio, la envidia y los celos), comunicación corrupta (como el
chisme y las palabras sucias), robo, asesinatos, borrachera y brujería. La
brujería tiene que ver con prácticas de ocultismo las cuales son prohibidas por
Dios y conducen a la adoración de Satanás.
2.b. Lo que leemos, miramos y escuchamos.
La literatura que leemos, los programas que miramos y la
música que escuchamos, afectan profundamente nuestros sentimientos, nuestro
pensamiento y nuestra conducta. Es imperativo, por lo tanto, que el cristiano
lea, mire y escuche las cosas que inspiran, instruyen y desafían a alcanzar un
nivel moral más elevado. Por otro lado, debemos evitar literatura, programas y
música de contenido mundano y de naturaleza pornográfica. Un cristiano no debe
mirar en el cine (o la televisión) películas u obras teatrales que sean de
naturaleza inmoral (Romanos 13:14; Filipenses 4:8).
2.c. Fomento del bienestar espiritual
El cristiano debe usar su tiempo libre en actividades que
edifiquen tanto al individuo como al cuerpo de Cristo (Romanos 6:13; 1
Corintios 10:31, 32). Debemos evitar prácticas y lugares mundanos.
Consecuentemente, un cristiano no debe participar en ningún tipo de
entretenimiento que apele a la naturaleza carnal y traiga descrédito al testimonio
cristiano (2 Corintios 6:17; 1 Tesalonicenses 5:21, 22; 1 Juan 2:15-17).
3. Integridad personal
Viviremos una vida que inspire responsabilidad y confianza,
que produzca el fruto del Espíritu y manifieste el carácter de Cristo en toda
nuestra conducta.
3.a. Responsabilidad y confianza
El cristiano debe ser una persona contable y de palabra
(Mateo 5:37; 1 Pedro 2:11, 12). Jurar es contrario a la contabilidad del
cristiano, por lo tanto debe evitarse (Mateo 5:34-37; Santiago 5:12). Cristo
enseño, por precepto y ejemplo, que debemos amar a nuestros enemigos y dar la
preferencia a nuestro prójimo (Mateo 5:43-48; Romanos 12: 10; Filipenses 2:3; 1
Juan 3:16). Debemos comportamos de tal manera que nuestra conducta lleve a
otros a Cristo (Mateo 5:16; 1 Corintios 11: l).
3.b. Fruto del Espíritu
Si vivimos en el Espíritu, manifestaremos el fruto
(actitudes y acciones) del Espíritu y no satisfaremos los deseos de la carne
(Gálatas 5:16, 22-25; 1 Juan 1:7). Las buenas relaciones con otros son el
resultado natural de nuestra relación positiva con el Señor (Salmo 1: 1-3;
Mateo 22:37-40). Seremos juzgados por no llevar fruto en nuestra vida (Mateo
7:16-20; Lucas 13:6-9; Juan 15:1-8).
3.c. El carácter de Cristo
El distintivo de la vida en Cristo es el amor por otros (Juan
13:34, 35; 15:9-13; 1 Juan 4:7-1 l). En su relación con el Padre, Jesús mostró
sumisión (Lucas 22:42; Juan 4:34; 5:30). En su relación con otros, demostró
aceptación (Juan 8: 1 l), compasión (Mateo 9:36; Marcos 6:34) y perdón (Mateo
9:2; Lucas 5:20). No podemos llevar el fruto del Espíritu y manifestar el
carácter de Cristo si no estamos espiritualmente unidos a El (Juan 15:4, 5) y
sin tener la semilla de la Palabra sembrada en nuestro corazón (Juan 15:3; 1
Pedro 1:22, 23).
4. Responsabilidad familiar
Daremos prioridad al cumplimiento de las responsabilidades
familiares, preservaremos la santidad del matrimonio y mantendremos el orden
bíblico en el hogar.
4.a. La prioridad de la familia
La familia es la unidad básica de las relaciones humanas y
como tal es indispensable, tanto para la sociedad como para la iglesia (Génesis
2:18-24). El origen divino de la familia y su carácter institucional exigen que
se le ministre con prioridad, tanto desde el punto de vista personal como
colectivo. La práctica de las disciplinas y virtudes cristianas debe empezar en
el hogar (Deuteronomio 6:6, 7). Por lo tanto, la familia cristiana debe
establecer un plan para los devocionales familiares y proveer una atmósfera
cristiana en el hogar (1 Timoteo 3:3, 4; 5:8).
4.b. La santidad del matrimonio
El matrimonio es ordenado por Dios y es un acto de unión
espiritual en el que un hombre y una mujer se unen para vivir como una sola
carne (Génesis 2:24; Marcos 10:7). Por su carácter divino, el matrimonio es un
compromiso para toda la vida y el adulterio es la única concesión bíblica para
el divorcio (Mateo 5:32; 19:9). La relación sexual ya sea antes del matrimonio
o con otra persona que no sea el cónyuge se prohíbe estrictamente en la Biblia
(Éxodo 20:14; 1 Corintios 6:15-18). Para alcanzar santidad en el matrimonio,
los cónyuges deben esforzarse por mantener una relación placentera, armoniosa
y santa. Si llegara a ocurrir el divorcio, la iglesia debe estar presta a
proveer amor, comprensión y orientación a los afectados. Las segundas nupcias
de personas divorciadas podrán realizarse únicamente después de un
entendimiento y sometimiento pleno a las instrucciones bíblicas relacionadas
con este asunto (Mateo 19:7-9; Marcos 10:2-12; Lucas 16: 1 8; Romanos 7:2, 3; 1
Corintios 7:2, 1 0, 1 l). Si un cristiano desea permanecer soltero, su decisión
debe ser respetada y vista como una alternativa bíblica (1 Corintios 7:8,
32-34).
4.c. Orden divino en el hogar
Cuando Dios creó al hombre, varón y hembra los creó (Génesis
1:27). Los dotó con características diferentes (1 Corintios 11: 14, 15; 1 Pedro
3:7) y les dio responsabilidades diferentes (Génesis 3:16-19; 1 Pedro 3:1-7).
En el orden bíblico, el esposo es la cabeza del hogar (Efesios 5:22-31;
Colosenses 3:18, 19), los padres deben criar y disciplinar a sus hijos (Efesios
6:4; Colosenses 3:21) y éstos deben obedecer y honrar a sus padres (Éxodo
20:12; Efesios 6:1-3; Colosenses 3:20). Para que haya armonía en el hogar debe
observarse el orden bíblico de responsabilidades.
5. Templanza en la conducta
Practicaremos la templanza en la conducta y evitaremos
actitudes y actos ofensivos a nuestros semejantes o que conduzcan a la adicción
o esclavitud a las drogas.
5.a. Templanza
Una de las virtudes cristianas cardinales es la templanza o
dominio propio (1 Corintios 9:25; Tito 1:8; 2:2). Se encuentra en la lista del
fruto del Espíritu (Gálatas 5:23). Se nos amonesta a ser moderados y
equilibrados en nuestra conducta (Filipenses 4:5). La Escritura indica que
tenemos la prerrogativa de controlar nuestro pensamiento (Filipenses 4:8),
nuestro enojo (Efesios 4:26) y nuestro hablar (Efesios 4:29; Colosenses 3:8).
El ejercicio del dominio propio refleja el poder de Dios en nuestra vida (1
Corintios 9:27; 2 Pedro 1:5-11).
5.b. Conducta ofensiva
La Biblia enseña claramente que debemos ser sensibles a las
necesidades y los sentimientos de los demás, como una demostración de nuestro
amor por ellos (Mateo 22:39; Romanos 12:9-21; 13:10; Filipenses 2:3-5). A veces
tenemos que controlar nuestros impulsos para no ofender a otros (Romanos
14:13-21; 1 Corintios 8:9-13). De la manera en que conocemos a Cristo según el
Espíritu, así también debemos comprender a los demás para que no los juzguemos
solamente por su conducta externa (2 Corintios 5:16). Nuestras relaciones con
los demás deben caracterizarse por el respeto y la tolerancia hacia sus
diferencias (Romanos 14:2,3; 1 Corintios 8:8; Efesios 4:2; Colosenses 3:13; 1
Timoteo 4:1-5).
5.c. Adicción y esclavitud
Uno de los beneficios principales de nuestra libertad en
Cristo es la facultad que tenemos de dominar los impulsos negativos (Juan 8:32,
36; Romanos 6:14; 8:2). Se nos aconseja no volver a quedar bajo el yugo de
esclavitud (Gálatas 5: l). Por lo tanto, un cristiano debe abstenerse
totalmente de toda bebida alcohólica y de cualquier sustancia química que forme
hábito y altere el ánimo. Se debe evitar el uso del tabaco en cualquier forma,
la marihuana y cualquier otra sustancia que cause adicción. Debemos también
abstenernos de actividades como los juegos de azar y la glotonería, los cuales
profanan el cuerpo, que es el templo de Dios, o que dominan y esclavizan el
espíritu que ha sido libertado en Cristo (Proverbios 20:1; 23:20-35; Isaías
28:7; 1 Corintios 3:17; 5:11; 6:10; 2 Corintios 7:1; Santiago 1:21).
6. Apariencia modesta
Demostraremos el principio bíblico de la modestia vistiendo
y luciendo de una manera que realce nuestro testimonio cristiano y evitando el
orgullo, la presunción y la sensualidad.
6.a. Modestia
De acuerdo con el concepto bíblico, la modestia es una
gracia espiritual interna que evita todo lo que parece indecente e impuro. Es
limpia en pensamiento y conducta y no actúa con crudeza ni con indecencia en el
vestir ni en el comportamiento (Efesios 4:25, 29, 3 1; 5:1-8; 1 Timoteo 2:9, 1
0). Por lo tanto, la modestia incluye la apariencia, la conducta, el vestir 'y
el hablar, y puede ser aplicada a todas las situaciones. El punto esencial es:
¿estamos agradando o desagradando a Dios con nuestro estilo de vida?
6.b. Apariencia y vestido
La vida, el carácter y el concepto que tengamos de nosotros
mismos se reflejan en nuestra apariencia y manera de vestir. La amonestación
bíblica "no os conforméis a este siglo" nos recuerda que la manera de
vestimos debe ser modesta y decente en todo sentido (Romanos 12:2; 1
Tesalonicenses 5:22, 23). A Dios no le desagrada que nos vistamos y arreglemos
bien. Sin embargo, debemos buscar, sobre todo, la belleza espiritual, la cual
no viene por el adorno externo de joyas, vestidos y cosméticos costosos, sino
de las buenas obras, de la conversación pura y de un espíritu afable y apacible
(Filipenses 4:8; 1 Pedro 3:3-5).
6.c. Orgullo, presunción y sensualidad.
Como pueblo santo debemos abstenemos de toda lascivia de la
carne y evitar vestirnos de un modo que provoque pensamientos, actitudes y
estilos de vida inmorales (Gálatas 5:13-21; 1 Pedro 2:11; 2 Pedro 1:4). Nuestra
belleza no depende de vestidos ostentosos, atavíos extravagantes y costosos, del
uso de joyas y cosméticos, sino de nuestra relación con Cristo. El adorno
externo, sea vestido o joyas, como una demostración externa del valor personal,
es contrario a la actitud espiritual (Santiago 2:1-4).
7. Obligaciones sociales
Nuestro objetivo será cumplir con las obligaciones que
tenemos hacia la sociedad, siendo buenos ciudadanos, corrigiendo injusticias
sociales y protegiendo la santidad de la vida.
7.a. Ser buenos ciudadanos
Como cristianos somos miembros del reino de Dios, aunque
también somos miembros de la sociedad de este mundo. La obediencia a Dios nos
requiere que actuemos de una manera responsable como ciudadanos de nuestros
países (Marcos 12:13-17; Romanos 13:1-7; 1 Pedro 2:13-17). Por lo tanto,
debemos apoyar la ley y el orden civil; tener respeto por nuestros líderes y
orar por ellos; participar en actividades de las escuelas, de la comunidad y
del gobierno; ejercer nuestro derecho al voto y expresamos en relación con
asuntos morales claramente definidos. La ley de Dios es suprema pero nosotros
debemos obedecer las leyes de nuestro país, mientras que éstas no estén en
conflicto con la obediencia a Dios (Hechos 5:29). Cuando sea necesario estar en
desacuerdo con las prácticas y requerimientos del gobierno, debemos hacerlo
motivados por la preocupación de promover la justicia y no por el simple deseo
de disentir y estar en controversia.
7.b. Corregir la injusticia social
El amor por los demás y el reconocimiento de que todas las
personas son iguales ante los ojos de Dios (Hechos 10:34; 17:26) deben
motivamos a hacer algo por mejorar la situación de los menos privilegiados,
abandonados, hambrientos, sin hogar y víctimas de prejuicios, persecución y
opresión (Mateo 22:39; Romanos 13:8-10; 1 Juan 3:17). En todas nuestras
relaciones debemos ser sensibles a las necesidades humanas (Lucas 10:30-37;
Santiago 1: 17) y evitar la discriminación racial y económica. Toda persona
debe tener libertad para adorar y participar en la vida de la iglesia, sin
importar raza, color, sexo, clase social o nacionalidad.
7.c. Proteger la integridad de la vida
La vida es
algo que sólo Dios puede dar (Génesis 1: 1-3 l); por lo tanto, todos somos
responsables ante el Creador de cuidar de la vida nuestra y la de otros. Si las
circunstancias lo requieren, debemos estar dispuestos a cualquier sacrificio
por servir a los demás (Juan 15:13); pero la regla general es que respetemos
nuestra vida y utilicemos todos los medios posibles para conservarla. Dios es
el único que confiere la vida y sólo Él decide cuándo debe terminar (Salmo
31:14, 15). En vista de que un feto humano es sagrado y bendecido por Dios,
tenemos la responsabilidad de proteger la vida de los que aún no han nacido
(Jeremías 1:5; Lucas 1:41). Es nuestra firme convicción que el aborto, la
eutanasia (muerte provocada a los ancianos, impedidos mentales, enfermos de
muerte, o incompetentes en cualquier forma), por razones de conveniencia
personal, adaptación social o ventajas económicas, son moralmente incorrectos.
Además, creemos que es nuestra responsabilidad cristiana cuidar de la tierra y
sus recursos. En el principio, Dios le dio al hombre dominio sobre la tierra
(Génesis 1:26-30), sin embargo, esto no nos da derecho a contaminar nuestro
medio ambiente odesperdiciar los recursos naturales.