Identifique sus fallas y corríjalas

El desempleo llegó a ser tan grande, en ese pueblecito pequeño del norte ecuatoriano, que Anselmo concibió—una noche mientras luchaba por conciliar el sueño y cuando anticipaba el amanecer—la idea de elaborar productos en marroquinería. "En alguna ocasión trabajé curtiendo cueros—le recordó a su esposa—y creo que es el momento apropiado para explotar mis conocimientos".

Las primeras correas, billeteras y monederos, le quedaron algo rústicas. Su esposa se lo hizo notar y también don Lucio, el herrero que vivía contiguo. "Si las mejora un poco, especialmente en los acabados, estoy seguro que las vende todas".

Él se quedó mirando los productos. Frunció el ceño. Le miró con incomodidad y dijo: "Creo que están bien".

El sábado siguiente, llevó toda su producción al mercado. Los potenciales clientes llegaban, veían sus artesanías y se iban con la promesa de "vuelvo luego".

Anselmo regresó frustrado a casa.
"Te lo dije", argumentó su esposa con preocupación. Él se encogió de hombros y se limitó a decir: "Es que no saben valorar los buenos productos". Un año después, todavía tenía almacenada su producción, expuesta a las telarañas en el cuarto de los reblujos.

Aprender de los errores

Un principio de sabiduría es aprender de los errores. Cuando consideramos que todo lo que hacemos, es perfecto y que no cometemos errores, sin duda estamos experimentando o bien un revés o un estancamiento en el proceso de crecimiento en lo personal y espiritual. De ahí que como lo enseña la Biblia, es importante recibir aquellas críticas constructivas que antes que al desánimo, deben conducirnos a corregir los errores: "Al necio le parece bien lo que emprende, pero el sabio atiende al consejo" (Proverbios 12:12).

Es importante tomar el tiempo para revisar, periódicamente, cómo estamos actuando. Si identificamos fallas, no justificarlas sino por el contrario, evaluar si es producto de haber incurrido en una falla, y disponernos a aplicar modificaciones. Si pensamos diferente, con ayuda de Dios, actuaremos diferente. Es un proceso sencillo y a la vez práctico. Parte de pequeños cambios, que llevan a un resultado muchísimo mayor.

Dios nos concibió para vivir plenamente, no para andar inmersos en amarguras, depresión y desánimo. También para experimentar un proceso de mejoramiento continuo en todos los órdenes en nuestra vida. Por ese motivo, resulta fundamental que caminemos tomados de la mano del Señor Jesús en el proceso de desarrollo en como cristianos. Recuérdelo, no es en nuestras fuerzas sino en las de Dios.

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