Tuvieron una discusión. Como tantas otras. Habían perdido la cuenta del número de diferencias que terminaron en gresca. Los vecinos no se extrañaban que los utensilios domésticos volaran de un lugar a otro. Era la reacción de la mujer por defenderse de los ataques del marido. A la fuerza pretendía inculcarle a la esposa los principios que aprendía en la iglesia.
Dado que sus métodos no rendían resultado y bajo el convencimiento de que Doris Díaz estaba poseída por un demonio, la tomó por la fuerza, la arrastró hasta el patio de la casa, la ató a un árbol, le roció combustible y le prendió fuego.
Los gritos de dolor y desesperación de la víctima, que se escucharon hasta el último rincón de Palestina, un poblado del oriente de Colombia, llevaron a los vecinos a procurar el pronto rescate. La joven no murió pero permaneció varios días en un centro hospitalario con quemaduras graves.
En su celda, el hombre todavía argumenta que "hizo la voluntad de Dios". Sigue leyendo los libros religiosos que trajo consigo. Está convencido de que algún día todos entenderán por qué obró así.
No predicar a la fuerza
El mayor error que muchos cometen es pretender que, a la fuerza, se conviertan los demás al Señor Jesucristo. Tremendo error. No es con imposición como se comparten las Buenas Nuevas. Jamás esa fue la estrategia ni del Hijo de Dios ni tampoco de sus discípulos.
Al respecto el apóstol Pablo escribió: "De igual forma, enseña a los jóvenes a tener buen juicio. Sírveles de ejemplo haciendo siempre lo correcto. Cuando enseñes, hazlo con honestidad, de una manera que merezca respeto y con un mensaje sano e irreprochable para que nadie pueda criticarte. Así cualquiera que esté en contra se sentirá avergonzado porque no tendrá nada malo que decir contra nosotros." (Tito 2:6-8. La Biblia, la Palabra de Dios para todos.)
El ejemplo es esencial para que todos crean en nuestra enseñanza. Hacer lo contrario es una necedad. No glorifica a Dios. Genera, por el contrario, aversión de las personas. He escuchado a muchos decirme, cuando les compartía el evangelio: "Yo no quiero ser cristiano. ¿La razón? Conozco a alguien que..." y pasan a relatar la amarga experiencia que han tenido con creyentes.
Podemos cambiar ese panorama si vivimos a Cristo en todo cuanto pensamos y hacemos. Y podemos vivirlo y compartirlo con el ejemplo, si Él ocupa el primer lugar en nuestro corazón...
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