“UNA IGLESIA EN PELIGRO” (Estudios sobre Colosenses)


Colosenses 1-4.
“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas basadas en las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según Cristo.” Col. 3:1.

1. La epístola a los Colosenses y la necesidad que nos lleva a estudiarla.
¿Es Colosenses un texto que suponga alguna diferencia entre las demás cartas paulinas? ¿Tiene
algún tipo de vigencia lo que en ella se expresa? ¿En qué ámbitos contemporáneos podemos aplicar determinados principios que surgen del pensamiento de Colosenses? ¿En qué se parece la
eclesiología primitiva a la actual?

Todas estas cuestiones y muchas más son contestadas por una comunidad como la colosense que
se hallaba inmersa en una serie de conflictos contra diferentes enemigos que intentaban menoscabar la certeza de la sana doctrina. Cuestiones como el origen de todo lo que podía ser contemplado, la naturaleza y la Creación, el lugar de la iglesia en el orden cósmico del Reino de Dios, los énfasis cristológicos, la ética cristiana como resultado de la fe en Dios, la igualdad en las relaciones con nuestro prójimo y la escatología, son tratadas más profundamente de lo que podríamos siquiera pensar en Colosenses.

Las implicaciones para nuestros días no podrían ser más ajustadas a nuestra realidad eclesial.
Los debates existentes entre el creacionismo y el evolucionismo, la aparición de las megaiglesias, el espíritu ecuménico, el relativismo moral, los derechos humanos y ciertas obsesiones escatológicas, hacen que nuestra mirada crítica y didáctica se dirija a esta sabia carta dada en tiempos tan turbulentos como los nuestros.


2. Colosas y la iglesia cristiana :
Colosas era en tiempos de Pablo poco menos que una ciudad de la provincia romana de Asia que
había sido eclipsada por sus convecinas Hierápolis y Laodicea. Se componía mayoritariamente de
paganos de origen frigio amén de una considerable colonia judía. Se hallaba enclavada en el valle
de Lico, a orillas del río homónimo, lugar de contínuos temblores sísmicos y volcánicos. Esta ciudad desaparecería silenciosamente en la historia sobre el siglo XII d. C.

La comunidad cristiana se componía de gentiles y judíos, aunque no podría ser una iglesia de una membresía demasiado numerosa. La breve descripción de algunos de los hermanos que la componían nos puede dar cierta idea de la clase de iglesia que era. Hallamos en Epafras a un firme
y leal colaborador de Pablo que posiblemente fue el fundador de esta iglesia y de las que estaban
situadas en Hierápolis y Laodicea de las que no tenemos muchos datos.

Solía reunirse esta iglesia en la casa del pudiente Filemón junto con nombres como los de Apia y
Arquipo. Más tarde aparece la figura de Onésimo, esclavo prófugo de Filemón y auxiliar de Pablo
en alguno de sus viajes misioneros.


3. Una iglesia en peligro de extinción:
Varias circunstancias estaban menoscabando la fidelidad y firmeza con que había comenzado la
obra cristiana en Colosas. Las dificultades no solo provenían del exterior, sino también desde el
corazón de la misma iglesia. Dos son los adversarios que trataban de minar la confianza en Cristo y
en su salvación:


a. El paganismo externo.
La vida pasada pugnaba por dominar al creyente de tal modo que ciertas costumbres pretéritas aún continuaban marcando el paso de algunos miembros. Era difícil pasar de una existencia determinista y politeísta a una realidad salvífica y monoteísta. Ciertas conductas aún persistían en el testimonio vital de ciertos cristianos lo cual manchaban de algún modo la imagen de la iglesia. La inmoralidad que reinaba en sus vidas todavía procuraba resurgir con mayor fuerza con cada presión que recibían de familiares, amigos y compañeros de trabajo.

El contexto de la ciudad de Colosas, con sus múltiples cultos a divinidades procedentes tanto de la mitología grecorromana como de las iniciaciones mistéricas y frigias, hacía bastante complicada la convivencia e incluso el llevar a buen puerto negocios y tratos.
La presión social limitaba cada acto de estos creyentes por el mero hecho de ser seguidores de Cristo, y por ende, de una manera singular y distinta de ejercer la moral.

El proceso santificador estaba resultando duro como consecuencia de los anteriores puntos. La madurez no llegaba de la noche a la mañana, ni por desearla con fervor. El tiempo iba en contra de cualquier anhelo presuroso de vivir plenamente la vida cristiana.

Como siempre, Satanás iba haciendo de las suyas, tentando y buscando el talón de Aquiles de cada incipiente creyente. Los ataques eran a menudo demoledores, desanimando a muchos a la hora de andar por el camino marcado por Cristo. El maligno siempre estaba rondando las mentes y pensamientos con el fin de dividir la unidad del cuerpo de Cristo.


b. La falsa doctrina interna.
El autor de Colosenses nos remite a cierta clase de “filosofía y huecas sutilezas” (2:8) que confundían a aquellos neófitos que ansiaban alimentarse espiritualmente de la enseñanza apostólica. Tal vez ciertos maestros con una carga filosófica muy poco cristiana intentaban inculcar una distorsionada visión de la deidad de Cristo y de su carácter vicario (2:23).

Por otro lado, es posible que una facción judaizante tratase de coadyuvar determinados ritos como la circuncisión o las fiestas ceremoniales del Antiguo Pacto a la salvación de Cristo en la cruz. Para estos individuos, era necesario cumplir con la Ley de Moisés además de recibir y aceptar a Jesús como redentor (2:11,16,17; 3:11).

La angeleología proviniente de la escatología judía se convirtió también en una manera de recibir el favor de Dios a través de estos emisarios e intermediarios (1:16; 2:15,18).

Un espíritu ascetista que auspiciaba el germen gnóstico de la mortificación de la carne para potenciar la espiritualidad estaba haciendo su pequeño nido entre los miembros de esta comunidad. El uso de ciertas abstinencias de algun modo propiciaba mayor favor por parte de Dios y un estado trascendente de mayor calibre. Esto sin duda provocaría divisiones por mor de la espiritualidad o carencia de ella a través de estos actos de ayuno y celibato.


APLICACIONES.
1. Cristo es la cabeza de la iglesia (1:18,19,24; 2:10,19). La iglesia ha de ser dirigida y controlada en todas las instancias por Cristo, razón de ser de la misma. La soberanía universal de Cristo también redunda en su soberanía absoluta sobre la iglesia y cada uno de sus miembros. Cada uno de ellos como parte integrante del cuerpo de Cristo debe entender que la iglesia ha de cumplir fielmente con la voluntad gloriosa y santa de Dios.

2. Ser cristiano implica estar en constante peligro. El creyente ha de asimilar que la causa de Cristo traerá más de un quebradero de cabeza y más de un problema que intentará amilanarnos. El discernimiento que solo da Dios será puesto a prueba en múltiples ocasiones y nuestras fuerzas serán probadas. Solo en Cristo hallaremos las energías suficientes para encarar todos estos avatares.

3. La bondad y el perdón como signos de una vida entregada a Cristo. El amor ha de ser la clave en nuestras relaciones con el prójimo. El perdón debe ser santo y seña a la hora de restaurar a otros hermanos a la comunión con Dios y con los hermanos.


PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR.
1. ¿Tú o tu iglesia estáis enfrentando unas circunstancias parecidas a las de Colosas?

2. ¿Es el señorío de Cristo una realidad en tu vida o en la vida de tu iglesia?

3. ¿Eres consecuente en tu manera de vivir con los principios éticos recogidos en esta epístola?

4. ¿Entenderías el practicar buenas obras como complemento de la redención dada en Cristo? —

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