Se ganó tremendo enemigo. Luego, en la empresa, no podía ni siquiera atravesarse en su camino porque, de inmediato, enfrentaba múltiples improperios y un rosario de frases ofensivas. Y todo por un consejo. Todo comenzó el día en que escuchó rumores respecto a su comportamiento ajeno a la moral y el peligro en el que estaba poniendo su estabilidad familiar. Esperó la oportunidad y le abordó en la cafetería, a la hora del almuerzo. Comentó abordando temas triviales, como el intenso calor de la mañana o tal vez, el enorme trabajo represado en la factoría. Después se fue adentrando en el tema de su hogar. --Creo que deberías prestarle más atención a tu esposa y tus hijos. Ellos son muy valiosos y me asalta el temor de que eches a perder todo lo que has tardado muchos años en construir—le dijo en tono amable, amistoso, de alguien que busca el bienestar. Lo que siguió a continuación fue el desenlace de una tormenta. Escuchó expresiones como "No te metas en mis cosas", "Ocúpate de tus asuntos", "¿Con cuántas personas has hablado de este asunto?". Y lo que por años fuera una sólida amistad, se rompió en cuestión de minutos hasta originar una diferencia de criterios y animadversión sin nombre, porque apenas podía, aquél hombre le ofendía y buscaba problemas. Aunque dos meses después se divorció y experimenta una situación caótica, su amigo reconoció que le faltó prudencia... Frente a la realidad Es muy común encontrarnos con personas irracionales. Aquellos que no admiten su error, a pesar de las evidencias. Quienes no dan su brazo a torcer y creen que siempre, absolutamente siempre, tienen la razón. Con seres así, lo más aconsejable es guardar prudencia y medir cuidadosamente cada una de las palabras que utilizamos al hablar. No en vano dicen las Escrituras: "No trates de enseñarle a un bruto, pues se burlará de tus palabras sabias" (Proverbios 23:9. Versión La Biblia, la Palabra de Dios para todos). No todas las personas están listas a escuchar un consejo sabio. Prefieren seguir como hasta ahora, así sean conscientes—íntimamente—que van camino del abismo. En tales circunstancias, es mejor guardar silencio. Y, si debe brindar una orientación, pídale primero a Dios la sabiduría y prudencia necesarias, para ofrecer la guía el día oportuno, en el momento indicado, a la hora propicia.
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