“Oye, hijo
mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre”.
Proverbios
1.8
Por lo
general, este versículo se les lee a los chicos cuando uno quiere que estos
obedezcan a sus padres. El problema se suscita cuando el niño contesta “mi
padre no me instruyó ni mi madre me dirigió”.
Por eso,
como padres, necesitamos ser buenos ejemplos ya que no se puede enseñar lo que
no se vive, porque esa enseñanza carece de autoridad espiritual y moral.
La
educación financiera de un niño es importante para su futuro, pues, se dedique
a lo que se dedique, tendrá que tratar con dinero, y el saber hacerlo o no le
facilitará o le dificultará el desarrollo de su vida.
Los padres
cumplimos un rol fundamental en este sentido, porque es una de nuestras
responsabilidades y por lo general ni siquiera en los buenos colegios se enseña
este tipo de cuestiones.
Es
fundamental tener en cuenta lo siguiente:
Hacerlos
participar de la economía familiar, que conozcan la realidad económica de la
familia sin preocuparlos pero sin evadirlos, para que puedan madurar.
Deben
entender que a veces se puede gastar y a veces no, y que otras tantas se deben
sacrificar cosas como las vacaciones en pro de comprar, por ejemplo, la casa
propia.
Permitir que
se administren: darles para sus gastos y que aprendan a manejarse, incluso
enseñándoles a hacer su propio presupuesto mensual de gastos.
Desafiarlos
a tener metas, enseñarles a ahorrar y a sacrificarse por lo que desean,
desarrollando en ellos un sentido de recompensa y no de gratificación.
Bendecirlos
y no maldecirlos, enseñarles a diezmar y a ofrendar generosamente, ya que “es
más bienaventurado dar que recibir”, y esto les permitirá prosperar
económicamente.
Asistirlos
en momentos clave: 2 Corintios 12.14 dice que “no deben atesorar los hijos para
los padres, sino los padres para los hijos”, esto significa proveer para el
futuro de ellos y no serles carga.
También
Proverbios 19.14 dice que “la casa y las riquezas son herencia de los padres,
mas de Jehová la mujer prudente”, o sea, debemos dejar de preocuparnos por con
quién se van a casar nuestros hijos y empezar a ocuparnos de con qué se van a
casar, ya que de la persona se ocupa Jehová, pero de la casa y las riquezas nos
debemos ocupar los padres.
Yo bendigo
tu vida para que puedas instruir y dirigir a tus hijos conforme los principios
de la Palabra de Dios; y puedas ser un verdadero ejemplo para ellos,
bendiciendo de esta forma a las futuras generaciones.
Fuente://Principios
Para El Éxito- Pr Daniel Gonzalez
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