¿Qué es esto? Nadie mejor que Brennan Manning nos lo explica, y nos conduce hacia la libertad en Cristo.
Por Brennan Manning
El camino al autodes precio comienza con una visión distorsionada del Señor. Como lo expresó el filósofo/matemático Blaise Pascal: “Dios creó al hombre a su imagen, y
el hombre le devolvió el favor”. El mecanismo de proyección es el proceso de atribuirle involuntariamente a Dios nuestras propias actitudes y sentimientos como una defensa inconsciente de nuestra propia incapacidad o culpa.
El escritor James Burtchaell destaca: “De hecho, mucha de la distorsión que genera nuestra idea de Dios se genera durante los años de formación de cada persona, su juventud. A través de sus padres,un niño aprende que el Señor desaprueba fuertemente la desobediencia, las riñas, los golpes a hermanas y hermanos y las mentiras. El jovencito va a la escuela y descubre que Él también comparte las varias, y muy exigentes, preocupaciones de sus maestros. En la iglesia,el Dios del pastor tiene, de alguna manera, un conjunto de prioridades diferente. Primeramente está la urgencia de “hacer crecer la iglesia”, cuadruplicando la cantidad de miembros en tres años. A pesar de ser algo muy alejado a sus intereses, el niño es consciente deque el Señor tiene recurrentes exigencias fiscales para las personas. Cuando llega a la escuela secundaria, descubre que los intereses de Dios se han expandido: está obsesionado con el sexo, las bebidas y las drogas”.
Finalmente, observa Burtchaell, el joven, ya maduro,tiene una idea confusa de los intereses cambiantes de Dios: Al terminar su período de juventud, la persona descubre(a veces con rencor) que el Señor ha sido utilizado como una sanción por todos aquellos que fueron responsables de su disciplina. Cuando hacía travesuras en su casa y su madre perdía la paciencia, amenazaba diciendo: “Cuando papá llegue a casa, se encargará de ti”. Pero si los recursos de mamá y papá resultaban inútiles, siempre podían, y de hecho lo hacían, acudir al castigo eterno. Entonces, Dios está, sin saberlo, asociado con el temor”.
El mundo cristiano, el cual incesantemente proyecta su propio dios a su imagen, paga un precio muy alto por este temor y genera, así, la capacidad de ver al pecado donde no lo hay y una sensación de culpa existencial.Como señala el jesuita Bernard Bush: “Estos sentimientos vienen de nuestro interior y se proyectan en la mente de Dios. Puede que nos castiguemos despiadada mente por pecados reales o imaginarios, y aun así no nos perdonamos… Afortunadamente Cristo nos ha revelado al Dios verdadero en forma humana;expuso al mecanismo de proyección como la idolatría que es y nos mostró el camino para ser libres de él. Requiere de una profunda conversión aceptar que el Señores amor y que nos ama tal como somos, no a pesar de nuestros pecados y fallas sino con ellos. Dios no condena o sanciona al mal, Él no retiene su amor porque haya mal en nosotros. La clave para comprender lo está en lo que sentimos de nosotros mismos. No podemos ni siquiera tolerar o aceptar el amor de otro ser humano cuando no nos amamos a nosotros mismos, mucho menos creer o aceptar que el Señor pueda amarnos.
Ya sea concebido como un matón omnipotente que intenta robarnos la paz interior, o como algo horrible que quiere aferrarnos, estas distorsiones y representaciones de Dios reveladas en y a través de Jesús generan miedo, odio, auto desprecio y un sentido constante de inseguridad a tener una relación correcta con Dios. Como he recorrido el mundo como evangelista durante muchos años, tratando con personas de todo tipo, desde directores ejecutivos hasta mendigos, he llegado a la conclusión de que la proyección religiosa se encuentra muy extendida y que el auto desprecio aumenta galopante mente.
El perfeccionismo
El perfeccionista en la vida espiritual está atrapado en un síndrome de “santo o pecador”, esclavizado en una mentalidad de todo o nada. Informado por su líder espiritual de que probablemente se encuentra en la sexta morada de El castillo interior de Santa Teresa, el perfeccionista se lamenta de que no exista una séptima morada. Se compromete a esforzarse más y busca en la biblioteca si Richard Foster, Tilden Edwards o Gerald May escribieron algo nuevo sobre el misticismo. La auto evaluación constante y compulsiva se opone a que pueda reconocer su pobreza ante el Señor. Bernard Bush advierte:“Espero que sea claro que los sentimientos de culpa,acompañados por la ansiedad, el temor y la inquietud,surgen de lo más profundo de nuestro ser y no son una medida precisa del estado de nuestras almas ante Dios. No podemos suponer que Él siente por nosotros lo mismo que nosotros sentimos, a menos que nos amemos intensa y libremente”.
El perfeccionista interpreta a la debilidad como mediocridad,y a la inconsistencia como falta de valentía.Su deseo de perfección es tan agudo que va más allá del deseo por el Señor. Los testimonios de la Madre Teresa,Rosa Parks, Billy Graham y Tony Campolo no son tomados como inspiración sino como un reproche. El doloroso cargo de conciencia por haberse vendido a los pequeños placeres que ahora parecen indispensables y los pequeños compromisos (cada vez más numerosos) que ahora parecen irreversibles son la fuente de una profunda angustia.Para el perfeccionista, la actitud humilde de la auto aceptación es simplemente inadmisible. La noción deque el pecado y la gracia puedan coexistir en una misma persona, y que ser imperfecto y a la vez inspirador no son excluyentes uno del otro, son ideas puramente sentimentales para aquellos que no anhelan la perfección espiritual.
Sin embargo, san Pablo escribe: “Aunque deseo hacerlo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Romanos 7:18-19).Bush señala que esta falla humana: “Nunca se ha expresado de manera tan precisa. San Pablo incluso encuentra la mano de Dios y un motivo de alabanza en la contemplación de su propio pecado”.
Pero debido a que el perfeccionista mide su valor personal ante el Señor en términos de cantidad de valores y de eliminación de vicios, debido a que su visión del cristianismo es una marcha obligada por senderos purgativo se iluminadores hacia una especie de trinchera, el resultado es una imagen negativa e ilusoria de sí mismo. Existe una notoria ausencia de paz y alegría. El enorme abismo entre el ser ideal y el ser real hace imposible tener una actitud de gratitud y aumenta las probabilidades de extremos cambios de humor.Incluso el motor que impulsa la perfección espiritual, no aquella que surge del Espíritu de Dios sino de las necesidades de este mundo,solo genera una ruta para el camino del auto desprecio.
Moralismo / Legalismo
El hábito de moralizar daña a la religión. La responsabilidad de cumplir un código moral inviolable reemplaza a la respuesta personal al llamado del amor de Dios. Elmoralismo y su hijo, el legalismo, reducen la historia del amor del Señor por su Pueblo a la vigilancia de deberes rigurosos y leyes opresivas. La deformación legalista de la religión se ocupa de la sombra y no de la sustancia.
En un funeral al que asistí, un amigo con buenas intenciones elogió al difunto: “Juan era un cristiano maravilloso.Jamás faltó a la iglesia, se casó solo una vez y nunca hizo chistes con doble sentido”. Aquí se presenta el criterio de santidad, el símbolo de la entrega religiosa esla sujeción a la ley. ¡Los fariseos hicieron mucho de esto! “El legalismo genera una máscara de conformidad que al creyente lo hace santo a sus ojos y, de este modo,le impide reconocer sus errores. La religión legalista pone énfasis en la fuerza de voluntad, y es este mismo énfasis el que evita que el legalista vea sus sentimientos verdaderos, su quebrantamiento y, por ende, su necesidad de redención… Tiende a despreciar a los hombres y mujeres que no se sujetan como él. Y por esto se posiciona por encima del pecador, del forastero, del inconformista. Debido a esta auto elevación, esta confianza en sí mismo y, sumado a la falta de autoexaminación,el legalista es incapaz de recibir gracia divina;no puede vivir en fe”.
La comunidad cristiana debe manifestarse en contra de las engañosas consignas moralistas que se acumulan con impunidad. El reverendo Jerry Falwell condenaba el horror de la pornografía, sin embargo, justificaba la proliferación de armas nucleares y el uso de bombas atómicas.(Tenía sentido: un poco de genocidio es un asunto evangélico menor en comparación a sacar de las calles a los vendedores de pornografía). Hace aproximadamente trescientos cincuenta años, Blaise Pascal escribió proféticamente:“Nunca se obra el mal de manera tan plena y alegre cuando se hace desde la convicción religiosa”.
Por televisión, Pat Robertson, asentía como un metrónomo en señal de aprobación a Falwell, mientras esteculpaba a homosexuales, feministas, abortistas y organizaciones progresistas por haber provocado la ira asesina de Dios y haber desatado la catástrofe del 11/09/2001. El dios enceguecido de este reverendo se parece a él mismo,una deidad de ambición y fanatismo que evoca silenciosamente a la yihad. ¡Qué distorsión del Evangelio y quémala reputación para la verdadera religión! “El creador que entra en conflicto con su criatura es un dios falso —escribe el erudito bíblico Ernst Käsemann—, y los dioses falsos se apropian de la humanidad, incluso de los piadosos;la historia de la Iglesia lo demuestra innumerables veces”.
Des afortunadamente, la religión se presta fácilmente a malentendidos legalistas. Depender de ceremonias y del cumplimiento de los mandamientos lleva rápidamente a una confianza falsa en elementos externos de la religión y genera una mística espiritual de superioridad. Un observador neutral, ¿identifica a un cristiano por sus prácticas piadosas y la regularidad de culto o por las cualidades amorosas de su presencia cotidiana en la rutina del día a día? La escritora Bárbara Doherty afirma que “la cruz que la religión organizada lleva a cuestas no tiene que ver con sus figuras de autoridad sino con la aceptación liviana de sus líderes y miembros de que las tradiciones de culto pueden sustituir el compromiso personal y el sacrificio de uno”.
Desde otra perspectiva, el legalismo intenta determinar todas las decisiones morales sobre la base de reglas ya existentes. De este modo, la ley se convierte en un fin en símismo y no en un medio para un fin determinado. Como consecuencia, los motivos que dieron origen a la ley religiosas e ven frustrados. Jesús insistía resueltamente en que esta es la expresión del amor del Señor y del prójimo, y que cualquier legalismo que se interponga en el camino del amor, se interpone en el camino del mismo Dios. “Aquellalibertad es la que desafió al sistema judío —señala el experto en Nuevo Testamento, John, O’Grady—. Sin embargo,Cristo dice que no vino a destruir la ley sino a cumplirla.No nos ofrece una nueva ley sino una nueva actitud hacia ella, una actitud basada en la humanidad y el amor”.
Por otra parte, Jesús destruyó la noción legalista de“recompensa según el desempeño moral” y la expectativa arrogante de sentirse en un escalón más arriba en la escalera celestial. La mentalidad de trueque “Yo he hecho esto, entonces tú me debes aquello” es descartada en la escandalosa parábola de los obreros de la viña (Mateo20:1-16). La salvación no se gana ni se merece, sino que se recibe humilde y agradecida mente como un regalo amoroso de la mano del Padre.
Como la parábola del hijo pródigo nos enseña, todonos es regalado por gracia misericordiosa. El teólogo holandésEdward Schillebeeckx escribe: “Exigir una recompensa más alta (porque, por ejemplo,uno lleva una vida de celibato por amor al Reino) y enfadarse(porque el hermano menor, quien también ha ofrecido su vida por causa del Reino, contrae matrimonio)es llevado al ridículo por esta parábola como una actitud directamente contraria a la práctica del Reino de Dios. Cualquiera sea el caso, tanto el celibato como un reclamo de mayor recompensa y ser resentido del hermano menor son actitudes ajenas a esta práctica”.
Lamentablemente, la religión legalista continúa siendo una dimensión de la vida cristiana y genera una especie de auto desprecio. No existen estadísticas que faciliten determinar la cantidad de cristianos que se mantienen lejos de la Iglesia y privados de una vida espiritual activa debido a las amenazas de la mentalidad legalista, pero un estudiante universitario que habla en nombre de todos ellos una vez me escribió: “Me involucré con un grupo juvenil de mi iglesia que me generó miedo a Dios y a la salvación. Era una espiritualidad terrorista y por eso decidí que ya no tenía sentido asistir al templo”.
La Iglesia, en toda su estructura y todas sus facetas,debería contribuir a acabar con el auto desprecio en vez degenerar otra ruta que lleve a él. “Creemos en un Padre para quien no existe la deshonra.Él no puede sentir desprecio por nosotros, ya que nuestras infamias no son nada en sus ojos. A pesar de esto, los hombres de la Iglesia siempre estuvieron tentados a usar la vergüenza de la gente para ponerse en una situación de ventaja sobre ellos. El amor del Señor,el cual debería ser nuestra mayor fuente de paz, es desfigurado constantemente por predicadores perversos que prefieren un dios de ira”.
La culpa negativa
La culpa saludable no suma ni siquiera un paso en el camino al auto desprecio. Por el contrario, la convicción de pecado lleva a una confrontación realista, a la honestidad y al reconocimiento, estimula el arrepentimiento, el deseo de la reconciliación y la paz interior.Como sucede en una pelea de pareja, la reconciliación no solo libera el pasado, sino que renueva la confianza y la seguridad. Hay más poder en compartir nuestras debilidades que en compartir nuestros puntos fuertes. El perdón de Dios es gratuito e incondicional, nos libera de la dominación de la culpa. El Señor pasa por alto nuestro pasado, se lleva sus consecuencias del presente o futuro,y nos lleva a reflexionar sobre nuestras fallas de manera positiva. El hijo pródigo, pecador y arrepentido, experimentó una intimidad y un gozo con su Padre en su quebrantamiento,que su hermano santo y presumido nunca conocerá.
Quizás una de las características más poderosas dela comunidad de Alcohólicos Anónimos es llevar a sus miembros a reconocer completamente su debilidad, su fracaso, a aceptar la responsabilidad de su humanidad. Al ser llamado a hablar, el alcohólico comienza: “Mi nombre es Brennan. Soy un alcohólico”. No pretende cubrirse, esquivar,minimizar, racionalizar o justificar la enfermedad.Solo admitir francamente que una vez que bebo no puedo garantizar mi comportamiento ni predecir cuándo me detendré, que soy una víctima de una alergia del cuerpo sumado a una obsesión de la mente, que estoy indefenso ante el alcohol y que mi vida se ha vuelto incontrolable.La bendición de AA es abrirme los ojos a mí mismo,es darme una culpa saludable, es decirme las cosas que mis amigos deberían decirme pero que de alguna manera no se atreven por miedo al rechazo. AA me invita a confesar mi debilidad en el momento en el que me alejo de ella. Me incita a no sentir vergüenza de mí mismo. El “alcohodiálogo” es un relato de mi comportamiento falso mientras estoy bajo la influencia y la locura temporaria del alcohol. Consciente o inconscientemente, la compasión y la aceptación incondicional de otros alcohólicos me dan una idea del amor inquebrantable de Jesús, que no puede despreciar.
Estas palabras del teólogo alemán Walter Kasper podrían haber sido escritas pensando en la comunidad de AA: “Experimentar el amor de Dios significa sentir que se es aceptado absolutamente, que se es reconocido y amado infinitamente, y que se puede y se debe uno aceptara sí mismo y al otro. Salvación es alegría por el Señor,que se traduce en alegría a causa del prójimo y con el prójimo”.
Compartir la culpa saludable es liberador, trae objetividad,elimina el auto desprecio y se convierte en una ocasión para encontrarse con el misericordioso amor del Dios redentor.Cuando se le preguntó al padre Brown, un sacerdote detective protagonista de novelas de G. K. Chesterton,de dónde sacaba la astucia para ingresar en la mente de un criminal, contestó que saber que él mismo era un criminal: “No existe un hombre que sea realmente bueno mientras no sepa cuán malo puede llegar a ser. Hasta que no se haya dado cuenta de ello con exactitud, puede hablar desdeños amente con toda esa fanfarronería,palabrería y discusión acerca de los criminales, como si estos fueran simios de la selva a millares de kilómetros;hasta que no se ha desprendido de su auto engaño,hablando acerca de las clases y tipos bajos y cráneos deficientes; hasta que no se ha expelido de su alma la última gota de la esencia de los fariseos y hasta el momento en que no tenga la convicción de que ha capturado a un criminal y lo tiene bien guardado debajo de su propio sombrero”.
Supongamos que tras siete años de matrimonio, una pareja tiene su primera disputa seria. El enojo comienza a aumentar junto con el intercambio de palabras hostiles hasta que en un momento, el esposo golpea de un cachetazo a su mujer, pega un portazo y se refugia en el bar dela esquina. Allí, se pide un whisky y comienza a reflexionar:“Amo a esa mujer. Ella es el centro de mi mundo.Sin ella, mi vida pierde sentido, dirección y propósito. Y acabo de arruinarlo todo. Herí a la persona que significa todo para mí. Demonios, ¿qué hago sentado aquí? Cada minuto que desperdicio sentado aquí podría estar dándole mi amor”. Por eso, deja su vaso sin haberlo tocado, camina hacia su hogar, sube las escaleras y con un corazón destrozado de dolor cae en brazos de su mujer.La culpa saludable no es egoísta, nos conduce a remediar y a reconciliar, y nos llama a enfrentar con audacia y en la plenitud de nuestra humanidad a los dioses del orgullo, la arrogancia, la soberbia y la auto compasión.“Aprendan de mí [dice el Maestro] pues yo soy apacible y humilde de corazón” (Mateo 11:29).
En su libro La culpa y la gracia,Lewis Smedes escribe: “Teniendo en cuenta el costado perverso de mi espíritu y mi deseo irresistible de perseguir mis propios intereses a costa del de los demás, mi consuelo frente al sufrimiento de las personas, mi envidia mezquina ante el éxito de la gente. Teniendo en cuenta mi deseo de quebrarle la nariz a cualquier conductor queme pase en la carretera; teniendo en cuenta ese tipo de defectos, ¿no estoy más en sintonía con la realidad si acepto la culpa que siento como la consecuencia de haber fallado en ser el hombre que debería ser, que fui destinado a ser y que anhelo ser? Esta culpa es saludable,y nos mantenemos sanos cuando permitimos sentir el dolor y somos impulsados por ese dolor para hacer algo al respecto”.
Por otro lado, supongamos que el marido, atrincherado en la banqueta del bar reflexiona: “Pretendo ser un marido cristiano y acabo de humillar, insultar, denigrar y golpear a mi mujer. Soy anciano en mi iglesia y las personas me ven como un modelo de cristiano. ¡Soy un hipócrita!”.Pide un whisky doble. “¿De qué me han servido todos estos años de asistir a la iglesia? Ni un gramo de paciencia, ni una gota de compasión. Soy un desastre, un gran desastre”. El festín de la culpa y la bebida continúan hasta que el desolado esposo ya perdió su rumbo en el camino a la reconciliación y tiene que ser llevado a casa por otros hombres compasivos en el bar.La culpa negativa es egocéntrica; lleva a nuestras emociones a tomar caminos auto destructivos, nos conduce ala depresión y al desamparo, nos encierra en nosotros mismos y evita la llegada de un Dios compasivo. El terapeuta Vincent Bilotta observa: “El idioma de la culpa negativa es el del rigor. Demanda,abusa, critica, rechaza, encuentra los defectos, acusa,culpa, condena, reprocha y regaña. Es [un idioma] de impaciencia y de castigo. Las personas se asombran y horrorizan ante sus errores. La culpa negativa se vuelve más grande que la vida. Es vista como el principio y el fin. En la culpa negativa, la imagen histérica de que el mundo se termina presiona nuestra mente. La culpa se convierte en la sensación de que el cielo se nos viene encima”.
Smedes hace una cuidadosa distinción: “La culpa espiritual podría ser el resultado de un encuentro cercano con Dios, pero la culpa negativa es una culpa sin Él. Esta puede bien provenir de la religión,pero solo se interpone en el camino de Dios.La religión que no nos muestra la gracia puede atar la culpa a nuestras almas y jamás ofrecernos liberación.El dolor que sentimos no tiene nada que ver con la culpa espiritual”.
Cuando Dios nos desafía a levantar campamento y abandonar la seguridad y la comodidad del estatus que, ya embarcar en la arriesgada libertad de un nuevo éxodo,nuestra inseguridad e indecisión podrían solo concentrarse en lo más oscuro del desafío y sumergirnos nuevamente en una culpa negativa. Quedarnos obstinadamente quietos cuando el Señor claramente nos desafía a crecer indica una peligrosa falta de sensibilidad, de lealtad y de confianza.
Pero sería descabellado comenzar a atravesar el desierto impulsiva mente sin la guía de las columnas de nube y de fuego. Cuando el llamado de Dios no es claro y la voz interior confusa, nuestra inquietud interior podría señalar un nuevo éxodo hacia una mayor apertura, vulnerabilidad y compasión, a una pureza de corazón más profunda, a una mente y espíritu transformados. El panorama de la Iglesia cristiana está manchado de líderes agotados y ministerios abortivos que fueron movidos por culpa negativa y por el temor a resistir la voluntad del Señor.
¿Quién nos quitará la culpa? ¿Quién nos hará libres de la opresión de la proyección, el perfeccionismo y el moralismo? ¿Quién abrirá un camino nuevo?¡Gracias Dios por Jesucristo nuestro Señor!
Por Brennan Manning
Tomado del libro:Destellos de Jesús